Un vagón, dos historias.

Hace unos días viaje de regreso a mi casa, desde la Capital.

Y cómo dicen, en cada lugar hay una historia, y estas fueron las que me encontré apenas entrar al andén del subterraneo.

Que los prejuicios no nos separen.

El subte arribava justo cuando yo acababa de acceder al andén. El vagón que estaba ante mi estaba completamente cubierto por un colorido y abstracto graffiti.

La mujer que esperaba junto a mi que el tren se detuviera y por lo tanto, tuvo en frente al mismo vagón, lo miró confusa. Después de mirarlo bien por algunos segundos, camino unos metros para ingresar al vagón siguiente.

Probablemente, el graffiti sufría (una vez más) un juicio que lo tachaba de marginal.

Ella

Una vez en el vagón, me dispuse, como hago siempre, a observar a los pasajeros, ya que la "fauna" del subte es nutrida y variada.

Así me encontre con una mujer, sin duda excedida de peso. Pero sin duda tambien, muy bella.

Llevaba un elegante y corto vestido negro, su cabello rubio estaba prolijamente peinado en un brillante rodete. Cruzaba las piernas y leia un libro.

Cuando le tocó descender, todas las miradas masculinas siguieron su grácil paso hasta que bajo al andén.

Si hubiera bajado algo de peso, estoy segura que sería una supermodelo.

Pero por ahora, era simplemente, una mujer hermosa.